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Sonríe, que yo estoy aquí sonriendo gracias a ti.

domingo, 22 de febrero de 2015

Cada uno de tus deseos




Cada uno de Tus Deseos

Sabía que era sexy, sabía que podía llevarse el mundo por delante pero siempre andaba sola. La vida la había golpeado y ahora sólo quedaba el lento discurrir de los días.

Estaban a unas horas de Navidad. Todo el mundo corría feliz, haciendo cosas de última hora: comprando, decorando, haciendo planes... y ella seguía caminando con las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero sin rumbo fijo. A su alrededor anochecía y su hogar la llamaba. Pero, ¿en realidad quería encerrarse para pasar otra noche acompañada de una cena fría e insípida?


Las luces luminosas del cartel de un bar le llamaron la atención, titilaba iluminando su peculiar nombre ―Cada uno de tus deseos‖. Intrigada pensó que una copa le vendría muy bien para aliviar la melancolía de las fiestas, para ahogar las imágenes de su familia perdida y de su futuro en solitario.

La puerta no hizo sonido al abrirla, la cálida atmósfera la envolvió invitándola, lentamente se acerco a la barra, el lugar estaba bastante concurrido, la música de rock resonaba en los parlantes pero a un nivel donde podías conversar sin gritar. Las mesas estaban ocupadas por amigos y parejas, todos mostraban sonrisas felices lo que la hizo gruñir un poco interiormente.

La barra estaba menos concurrida, buscó el lugar más alejado y acomodó sus largas piernas cubiertas por unos vaqueros ajustados en el taburete. Automáticamente, sacó de su bolso el libro que estaba leyendo dispuesta a disfrutar de una copa y un poco de lectura que le acelerara el pulso. Se quitó la chaqueta de cuero revelando un top negro recubierto de una camisa transparente que dejaba mucha piel a la vista, su cabello suelto se ondulaba en sus hombros, el vaquero abrazaba sus curvas y los tacones daban ideas perversas.

Por primera vez, levantó la vista hacia el camarero, sus impactantes ojos la dejaron petrificada en el gesto de acomodar su cabello, ¡Dios que ojos!, luchó por cortar la conexión que se generó entre ellos y desvió la mirada súbitamente nerviosa. Recorrió con la vista el salón y, lentamente, se volvió hacia la persona tras la barra; en ese momento estaba atendiendo a un cliente, así que aliviada pudo echarle un nuevo vistazo que le produjo mariposas.

Medía metro ochenta, cabellos oscuros que le rozaban la ceñida camiseta que llevaba, la tela abrazaba sus músculos que hablaban de fortaleza y arduo trabajo, sus bíceps estaban decorados por hermosos tatuajes tribales que anheló recorrer con sus dedos, unos vaqueros oscuros dibujaban un culo de campeonato...

¡Maldición! sintió que su coño palpitaba de excitación por la imagen que se plantó en su cabeza: sus piernas ciñendo su cintura y sus tacones apoyados en ese culo sexy mientras él movía su dura polla como un pistón en su mojado interior.

Decidida a dejar de divagar, abrió el libro por donde lo había dejado. La escena no era una que la fuera a refrescar mucho, había llegado el momento en que los protagonistas habían dejado los escarceos verbales para dejarse de rodeos:

*****
Jack siguió acariciando la hendidura de sus nalgas, esta vez con más fuerza, profundizando un poco más. Una oscura emoción le recorrió la columna. Automáticamente, Morgan jadeó y se arqueó contra su mano.

—Buena chica —le murmuró en el oído, provocando un nuevo escalofrío en su espalda.
El pulgar volvió a juguetear con su pezón, ahora con tanta fuerza que podía sentir cada callo
de su piel. Volvió a gemir.

—Cher, deja caer la toalla. Montre moi ton joli corp —Su respiración era jadeante y la voz
tensa, pero controlada—. Muéstrame tu hermoso cuerpo.

—Ya lo has visto cuando me espiabas.

—Enséñamelo —gruñó Jack.

¡Oh, Dios!. La orden implícita en su voz convirtió el sordo dolor de su entrepierna en un latido. Quería obedecer. Mucho. Un crepitante ardor la recorrió de pies a cabeza. La sangre rugió a través de su cuerpo, hinchando su clítoris.

Ya mojada por el orgasmo anterior, sintió que la humedad anegaba sus pliegues más íntimos, amenazando con derramarse. El aroma picante y carnal de Jack destruía cualquier pensamiento racional. Todas las partes de su cuerpo ansiaban sus caricias sin control.

*****

Suspiró internamente, ¿cómo sería dejarse llevar, acatar órdenes y no tener más opción que responder? Muchas veces se había hecho esa misma pregunta…

—Mírame.

La orden suave le produjo escalofríos por la espalda, lentamente alzó la
vista y quedó prendada con la mirada del camarero. Sus ojos centelleaban y en su boca se dibujaba una sonrisa brillante.

—Así está mejor —susurró—, le he preguntado tres veces que desea tomar pero estaba muy concentrada en… —bajo la vista al libro abierto, leyendo las palabras al revés, su nuez de Adán se sacudió, levantó la vista y su mirada se intensificó mostrando oscuros pensamientos.

—Yo… quiero… un ron con cola… por favor.

Él volvió a sonreír y sin decir palabra se alejó para prepárale su bebida.

*****

Unos minutos después…

El trago llegó con una hoja de papel doblada en dos, él no dijo nada al dejarlo, sólo la miro y sonrió.

Con dedos temblorosos, ella desplegó el papel:

"Hermosa sumisa:

A la 1:00 am te espero en la esquina del bar. No huyas, soy tu regalo de Navidad.

Deja las historias inventadas de los libros y vive tu propia y maravillosa fantasía.

El Amo de tus sueños. "




Son las 12:50 y el sexy camarero desapareció hace una media hora sin dirigirle ni una última mirada, sólo se fue moviendo sus masculinas caderas y sumergiéndola en un mar de dudas.

¿Se animaría a dar rienda suelta a su pasión, a todo lo que deseaba hace tanto tiempo? Volvió a leer para distraerse:

―(…)

***

—Jack —logró articular en medio de sus provocativas caricias—. Hablo de sexo con la gente para ganarme la vida. No es necesario experimentarlo para hacer el programa.

—Olvídate del programa. Necesitas lo que yo puedo darte. Deja de negártelo.

(…)

Deja de negártelo… parecía que el libro le estaba hablando. Sacudió la cabeza con una leve risa, ¡se estaba volviendo loca!

***

Estaría loca, pero a las 12:58 estaba saliendo del bar y caminando lentamente hacia la esquina. Las piernas le temblaban un poco y encendió un cigarrillo que caló profundamente para calmarse, las mariposas ya bailaban una danza loca en su bajo vientre y por las venas parecía correr electricidad.

—En Navidad algunos piden deseos y otros los cumplen, en Navidad yo cumpliré cada uno de tus deseos —le susurró una voz grave en su oído, haciéndola estremecer.

Poco a poco, se giró hasta situarse a dos centímetros del sexy camarero. Su
sonrisa la deslumbraba y sus ojos estaban nublados de lujuria y picardía.

—¿Estas dispuesta a vivir tus fantasías?

—Yo…

—¿Sí o no?

—Sí —murmuró con la piel erizada.

—¿Sin miedos, sin echarte atrás, aceptando lo
que tu cuerpo desea vivir?

—Sí.

—¿Confías en mi?

Lo miró durante un instante, con sus ojos ahogándose en los suyos .

Aunque pareciera totalmente loco, confiaba en él.

Aunque no supiera su nombre, confiaba en él.

Aunque no habían cruzado más de dos palabras… confiaba en él.

—Sí.

—Bien, me llamo Jung Min y estas son mis reglas: yo doy las órdenes y tú las acatas sin rechistar y sin vacilación, para que te sientas más segura elegirás el lugar a donde iremos. Y desde este instante me llamarás tu Señor.

Ella bajó la cabeza, abrumada por las sensaciones que la recorrían: miedo, inseguridad, excitación y algo más profundo y oscuro que, en cierto grado, la aterraba.

Sintió sus dedos bajo la barbilla, suavemente la levantó hasta que sus miradas chocaron.

—¿Quieres perderte conmigo, Karla? No preguntes cómo se tu nombre, sólo necesitas saber que puedo hacer realidad todo lo que sueñas, fui creado para ti, conozco tus fantasías más ocultas y te ofrezco un trozo del
cielo.

Algo en la manera en que lo dijo la intrigó, la sedujo, la impulsó. Que supiera su nombre ni siquiera le molestó, ya habría tiempo de preguntar. Se puso de puntillas, con las manos entrelazadas en su espalda.



—Acepto, mi Señor.

Llegaron al motel después de unos quince minutos de viaje en silencio. La respiración de Karla era superficial, intentaba no pensar una y otra vez en cómo sabía su nombre, cómo conocía sus fantasías, cómo parecía saber qué decir…

Alquilaron una habitación y cuando la puerta se cerró, toda ella se estremeció y se paralizó en el lugar sin saber qué hacer.

—No te preocupes yo te diré todo lo que harás. —Sonrió ante su cara de sorpresa—. Ya te lo dije, fui creado para ti. —Se echo a reír—. Ven aquí princesita, saquemos el fuego de tu interior.

Se acercó lentamente a él, con la mirada baja e intentando no retorcerse.

—Eso es cachorra, ahora muy despacio quítate la ropa.

Sin una palabra, Karla deslizó la cacheta por sus hombros y la dejó caer, se inclinó y empujó las botas hasta que sus pies estuvieron libres, sus dedos se clavaron en la mullida alfombra mientras se levantaba, todavía sin mirarlo. Respiró hondo, puedo hacer esto, pensó cerrando los ojos. Sus dedos se deslizaron lentamente por su vientre llevándose la camisa transparente con el movimiento, su piel se erizó con el suave contacto y, con un jadeo, la dejó caer al suelo. El top se fue con un lento barrido sobre sus pechos, la sensación de la tela hizo que sus pezones se irguieran y una corriente de placer la recorrió entera. Con una respiración superficial, soltó el botón de sus vaqueros y con un balanceo de cadera cayeron al suelo junto a sus bragas.

¡Listo!. Estaba tan desnuda como su alma y apenas podía contener la pasión y el temor que la acechaban.

Sólo por esta noche quería dejarse llevar.


—Hermosa mas allá de las palabras, Karla. —Se introdujo nuevamente en su campo de visión, Dios, estaba tan desnudo como ella. Su belleza le quitó la respiración, era simplemente… perfecto—. No te muevas.

Sus manos tomaron sus pechos desde abajo, sosteniendo todo su peso y sus pezones se fruncieron aún más con ese contacto que no llegaba a caricia, sus dedos hicieron un viaje electrizante rodeando sus pezones y quiso retorcerse con todas sus fuerzas pero él le había ordenado que se quedara quieta. ¿Por qué tenía que obedecerle?

Simplemente porque lo deseaba con cada átomo de su ser.

—¿En que estás pensando Karla? Debes sentir, no pensar, ¿entendido?

Un murmullo salió de sus labios resecos, pasó la lengua sobre ellos y volvió a contestar:

—Sí, Señor.

El masaje continuó durante un rato, no podía estarse quieta, no podía dejar de gemir, no podía dejar de hacer lo que le ordenaba. Todos sus sentidos estaban al rojo vivo, su coño empapado y él sólo había estado jugando con sus pechos.

Sus manos unidas a la espalda seguramente habían dejado marcas en sus muñecas por la fuerza que hacía para no derribarlo y violarlo.

—Por favor Señor, no lo soporto más, por favor…

—¿Por favor qué, Karla? Tú no puedes pedir nada, ni siquiera por favor. —Su sonrisa fue angelicalmente perversa—. Demuéstrame qué es lo que deseas tanto, arrodíllate y chupa mi polla y, si lo haces bien, quizás considere darte algo más.

No había terminado esas palabras cuando ella ya estaba deslizando su lengua sobre ese larga y dura verga.

Sus dedos apretaron sus pezones con fuerza.

Su boca le rindió adoración y su sexo se apretó pensando en tenerlo dentro, tan rígido, ancho y caliente. Su cabeza bulbosa recorrió sus labios dejando un rastro salado y un gemido lastimero escapó de su garganta cuando él la agarró del pelo bruscamente y se hundió en su calidez de un golpe.

—Así cielo, así, tómalo todo, un poco más —su garganta convulsionó—, toma aire y retenlo, no respires mientras follo tu boca, eso mantendrá tu reflejo bajo, no te preocupes yo te cuidaré.

Ella hizo lo que le dijo y fue recompensada con el lento deslizamiento de su su boca fue duro, pero él había levantado lentamente su cabeza y aferrándola del cabello la había enfrentado con su mirada y ¡Dios!, la hacía sentirse completamente dominada y suya, era una locura pero se sentía suya.

Él le sonrió y con un suave 'plop' dejo su boca mientras ella inspiraba profundamente.

—Ven aquí. —Suavemente la puso de pie y, sin mediar palabra, devoró su boca. Su mano en su nuca la sostenía en la posición que deseaba, su dulce lengua la exploró y la volvió más loca de lo que estaba.

—Quédate quieta y separa las piernas, Karla, vamos a jugar con cuerdas.

El sonido ronco de su voz la estremeció y sus pezones se rizaron increíblemente más. Él se alejo un momento y volvió con una larga cuerda roja, su coño se apretó ante la visión.

La cuerda fluyó sobre su delicado cuello dejando que colgara a lo largo de su cuerpo, entre sus pechos, por partes iguales. Rozando sus pezones, Sean hizo tres nudos a la altura de su esternón, entre sus pechos y en su ombligo.

Sensualmente, deslizó ambas cuerdas entre sus piernas, el roce la llevó casi al orgasmo, él pegó un par de tirones y se rió en su oído. Separo ambas cuerdas para que se anclaran en la unión de sus piernas, rozando la piel y aprisionando su dulce coño mojado. Sentía la boca llena, contener la respiración y la saliva que se acumulaba en subir el cordaje, esta vez por su espalda, luego volvió hacia adelante y lo sintió trabajar allí, subiendo y bajando, anudando y aprisionando.

Cuando terminó, su cuerpo tenía un bello karada de color rojo que la hacía ver sensual y le provocaba mariposas en todos los lugares que rozaba.

—Feliz Navidad, pequeña —Sean la agarró de las cuerdas y la atrajo contra su masculino cuerpo, le dio un pequeño beso y la arrastró hacia la cama caminando despacio hacia atrás. Suave abrasión se la cuerda la tenía al borde.

Cuando la recostó en ella, las cuerdas le apretaron un poco más al cambiar de posición, lo que le robo la respiración bruscamente.

—Lo sientes, ¿verdad? —Su sonrisa sexy se extendió a sus hermosos ojos, la observó de pies a cabeza haciendo que su piel sintiera ese rastro de mirada como una lenta caricia erótica—. Levanta los brazos hacia la cabecera y abre las piernas.

Hizo lo que le dijo, lentamente deslizo los brazos y separo las piernas, mirándolo con ojos entornados mientras se ofrecía.

—Pequeña sumi provocadora. —Rápidamente restringió sus muñecas y sus tobillos y se subió a sus caderas—. Sexy y retadora hasta el final… tendré que enseñarte modales.

Indefensa, sólo pudo mirarlo mientras sus manos volvían a retorcer sus pezones.

—Mmmm mira que duros se ponen, pequeña, creo que es hora de probarlos. —Su boca descendió a apoderarse de uno de sus pechos mientras su mano seguía jugando con el otro. Sus labios y lengua danzaban un vals que la incendiaba. Sus dientes la rozaban provocando un leve dolor que sólo la llevaba más cerca de la cima.

Las cuerdas enmarcaban y elevaban sus senos y él pasaba de uno a otro sin darle respiro.

—Así pequeña, veamos hasta donde soportas —abrió sus piernas de un tirón, la sujeción de sus tobillos se tensaron—, te prohíbo correrte, ahora veamos cuántas ganas de provocar te quedan…

Una fuerte palmada en su sexo abierto la sorprendió sin poder dar crédito, el dolor y el placer se desparramaron como una ola interminable, pero él no la dejo estar, comenzó a palmearla haciéndola subir ola tras ola de placer hasta que los gemidos se escapaban sin cesar de sus labios.
Comenzó una letanía de 'por favor' sin sentido, los ruegos cayendo en los oídos de Min y haciendo hervir su sangre, esta mujer era más ardiente que el infierno, tan entregada, tan sumisa, tan suya…

No debía pensar en eso pero era inevitable, aunque solo tuviera esta noche, haría que ella no lo olvidara nunca, quizás sus ruegos hicieran que su Padre tuviera misericordia de este caído.


—Por favooooooooorrrrr —rogó Karla una vez más.

Se retorció en sus ataduras y Min estuvo al borde de explotar. La tomó de las cuerdas que entrecruzaban sus muslos y, con violencia, la penetró sin aviso y su sexo abierto casi lo hacen derramarse, sólo su fuerte autocontrol le obligó a tomarse un momento para respirar mientras estaba enterrado hasta la
empuñadura.

Acarició su clítoris con delicadeza y la sintió aprisionándolo con sus músculos, ella también estaba muy cerca y presentía que este orgasmo los marcaría a ambos.

Lentamente, se arrastro hacia afuera, su pene mojado brilló a la luz suave de las lámparas, ¡Dios solo quería volver a casa, a su interior!. Volvió a empujar y escucho sus gemidos, su ritmo aumento sin poder evitarlo ya que estaban los dos demasiado excitados para jugar más. El choque de sus carnes envolvía sus sentidos, sus pechos de bamboleaban entre el encordado, su clítoris rozaba su pelvis con cada estocada, siendo todo muy intenso.

Min se inclinó, posando los brazos a los lados del rostro de Karla cuyo sexy cabello estaba esparcido por la almohada, llenándolo de su suave olor florar.

Se hundió en su boca como en su sexo, duro, exigente, pasional. Su pelvis moviéndose a un ritmo frenético, dentro, fuera...

—Así, así, así, así pequeña —murmuraba en su boca, sus ojos enlazados, sus cuerpos unidos y sudorosos, su glúteos contraídos por la fuerza de sus empujes— ahora Karla, córrete conmigo pequeña, ¡ahora! clemencia. Estaba empapada, caliente y tan hermosa que la visión de las cuerdas

El orgasmo arqueó el cuerpo femenino, él absorbió su grito con la boca y se mezcló con sus propios gruñidos de placer. Las luces explotaron en la habitación, la conexión unió sus corazones y sus cuerpos en un arco eléctrico que los envolvió en una luz azul.

Ambos perdieron la conciencia.

*****

Horas más tarde Karla despertó en una habitación desconocida… ¿Qué diablos…?

No sabía dónde estaba, pero parecía que le había pasado una apisonadora por el cuerpo. Se sentó lentamente en la cama. Unas cuerdas rojas estaban tiradas en el suelo junto a la cama y ella estaba desnuda.

Frunció el ceño en concentración.

Min.

Miró alrededor, pero sólo vio un lugar vacío. Una angustia profunda la cubrió y su pecho se le encogió.

¿Dónde estaba su hermoso Dueño?

¿La había abandonado?

Era Navidad y nuevamente estaba sola en el mundo…

Min, por favor, ven a mí. Dios, devuélvemelo.

—Jung Min es un caído, no puedo dártelo después de haber infringido la ley del Cielo. — Una voz inundó su mente—. Aunque le envié a cumplir una misión contigo, era tu regalo de Navidad, tus fantasías secretas. ¿Las cumplió?

Asustada miró hacia los lados, esto ya estaba fuera de control. Se agarró las dos manos y las apretó con celo. Si era verdad lo que esa voz decía, tenía que defenderlo, mostrar lo valioso que era.

—Lo hizo Señor, a la perfección y algo sucedió cuando… cuando terminamos… mi corazón fue suyo y el de él mío. No sé cómo pasó, ni lo entiendo, pero el amor que siento es tan grande que me invade por completo.

Por favor, querido Dios, permíteme un milagro de Navidad después de lo tanto que he perdido, por favor ten misericordia de ambos.

—Tus palabras tocan mi corazón hija, has sufrido mucho en esta vida y él ha aprendido sus lecciones. Sean felices.

La presencia desapareció de su mente y Karla gimió, ¿qué quería decir eso Dios, por favor…

—Aquí estoy, pequeña… —Su voz la envolvió mientras un resplandor llenó la habitación—. Me has traído a la vida, mi hermosa sumi, te amo tanto…

Lentamente, Karla se dio la vuelta para contemplar al amor de su vida, al Señor de sus sueños, al dueño de su corazón.

.........................¿Fin?............................

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